Al día siguiente fuimos al
Met. Que barbaridad de museo, es gigantesco. A mi me encanta la colección de impresionismo y vanguardias pero en ese museo hay 5000 años de historia. Imposible verlo todo en unas horas, es recomendable llevar una idea clara de qué ver. Yo podría haberme pasado todo el tiempo mirando los cipreses de Van Gogh.
Por cierto la entrada al Museo (20$) es “Sugerida”. Es decir si no quieres, no pagas. Pero lo curioso es que todo el mundo paga. Es esa filosofía de los norteamericanos, de “cómo esto también es nuestro tengo que pagar por ello”. No como en España de “sólo pago porque me obligan”. Curiosa filosofía que por fin me hace entender la necesidad de patriotismo de los norteamericanos que sorprende tanto en nuestro país.
Cuando acabamos hasta el gorro de cuadros, comemos en
J.G. Melon. Un sitio muy auténtico y geniales hamburguesas. Muy recomendable. Cruzamos
Central Park. A uno le dan ganas de ponerse a correr, como en las pelis, eso es muy divertido. Aunque lo mejor de Central Park es que hay música en todas partes, y de todo tipo. Le compramos un disco a unos chavales que tocaban muy bien.
ESQUE se llaman. Cuando sean famosos saldremos en la tele diciendo que los descubrimos nosotros. Seguimos paseando. El Belvedere muy romántico y Strawberry Fields muy emotivo. Creemos un par de hippies de los que hay por allí viven permanentemente en uno de los bancos.
Volvimos a coger el metro hacia Midtown, esta vez íbamos a ver un partido de basket de los New York Knicks contra los Miami Heat en el
Madison Square Garden. Ese sitio es muy curioso, es un ejemplo claro de cómo los neoyorquinos son capaces de hacer negocio de cualquier cosa y por qué son por tanto el país más rico del mundo. Lo montaron en una estación de tren y empezó como hipódromo. En los años de la crisis como no daba dinero decidieron que valdría para todo lo que la gente estuviera dispuesta a pagar. Así que fue sede de peleas de boxeo, carreras de bicis, espectáculos de circo, conciertos, hockey, baloncesto. Cualquier cosas que genere pasta.
Un partido de la NBA es algo un poco extraño. Es un sitio grande, con muchas luces, un locutor que grita todo el rato, en los tiempos muertos están las cheerleaders y los chavales de los tambores… Las pantallas de los marcadores, están todo el tiempo haciendo cosas, ponen entrevistas divertidas a los jugadores, enfoca a la gente del público que hace payasadas e incluso le sirve a un novio para pedirle matrimonio a su chica. Visto así es algo que promete ¿no? Montones de bares detrás de las gradas, sitios de comida (como no), tiendas (como no), gente, jaleo… y de repente empieza el himno que canta una chica en directo, todos se ponen de pie y empieza el partido. ¡Empieza la fiesta!!!!??? Pues no, la gente se calla, hay un silencio increíble y se oye el chillido de las zapatillas de los jugadores sobre el parquet. Nuestras caras son un poema. De vez en cuando se oye a algún gordo gritando “Oh, yeah” y algún que otro “Defense” cuando ataca el equipo contrario. Y ya está. Luego vienen los tiempos muertos y empieza el jaleo de nuevo. Es algo extraño para un europeo acostumbrado a los hinchas de fútbol, las canciones, la ola, los gritos, y los insultos al árbitro. De todas formas fue divertidísimo, y no me decepcionó en absoluto.
Salimos muy contentos del partido y hambrientos, y mira que había cosas para comer pero solo habíamos comido unos pretzels (que vienen a ser colines, de verdad que no se que le ven). Sin embargo, nos quedamos sin cenar, a las 10 de la noche las cocinas cierran en NY y cuando nos queremos dar cuenta, ha cerrado hasta el Starbucks. ¡Todos!
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Es jueves, ha pasado la mitad de la semana y nos queda aún mucho por ver y no hemos hecho ninguna compra. Así que vamos un poco a la carrera porque por la tarde queremos ir a un Mall en New Jersey. Por la mañana muy temprano vemos el MOMA. Es un gran museo, pero los que no sabemos apreciar el arte moderno, nos quedamos con la 5 planta, vanguardias. Genial colección. Vuelvo a quedarme idiota viendo la Noche estrellada de Van Gogh. Calvin prefiere las Señoritas de Avignon. Y por desgracia se queda sin ver los cuadros de Hopper. Para la próxima.
Cruzamos corriendo Central Park otra vez, nos espera el
Museo de Historia natural. Tiene la mayor colección de fósiles de dinosaurio del mundo. Es una pena no tener tiempo, porque es un lugar para pasarse la semana. Sin embargo, vemos muchas cosas, dioramas de cómo se vivía en los orígenes en Asía, África, América, los dinosaurios, la ballena gigante, las gemas… Para la próxima nos queda pendiente también el Rose Center. Cogemos el bus en Port Authority y nos vamos a New Jersey, que viene siendo el backstage de Manhattan. Sin embargo, tiene algo genial que ésta no tiene: las vistas, desde Nueva York no puede verse Nueva York. En cambio, desde New Jersey hay una magnífica vista del skyline. No se nos dan mal las compras, suerte que el dólar esté devaluado y en New Jersey no tengan impuestos.
Volvemos al hotel, necesitamos relajarnos un poco así que cenamos en
Les Halles. Es un restaurante francés con el segundo mejor foie que he comido (el primero está en Oviedo) y un vino tinto riquísimo. Un poco oscuro el lugar para mi gusto y un poco ruidoso, sin embargo la comida, el vino y el ambiente a media luz nos permite relajarnos un poquito.